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Blog dedicat a la meva visió personal del que succeeix a Catalunya y al mon. També possaré fotografies

Tarragona

En muchas ocasiones, cuando se habla de Tarragona, se suele meditar en las grandiosidades romanas, a cuya sombra proseguimos viviendo y de las que escribió el  humanista Lluís Pons d’Icart. Mas alén de la caída del Imperio, semeja que nuestra urbe se hubiese sumido en un gran olvido  y en el que no pasó nada entre la llegada de los salvajes en el siglo V dC y el asedio francés de mil ochocientos once.

La realidad, mas, es considerablemente más polivalente y si bien parezca patraña, la urbe tuvo instantes interesantes en la temporada moderna, bien por la relevancia de quien por acá pasó como lo que pasó por acá.
Tarragona-romana
En el siglo XV, Tarragona es una ciudad encastillada en las ruinas de la zona monumental de Tarraco, con una zona de conventos y huertos por la presente Rambla Vella y de viviendas por el distrito de la M., con elementos de fortificación que ya la transformaban en esencial plaza fuerte. Resaltará no tanto, puesto que, por la expansión urbana como por el pedigrí de personajes que sin ser de Tarragona le dieron un instante de gloria. ¿Ejemplos? Ahí van varios.

                En mil quinientos veinte, C. I es nombrado Emperador del Sagrado Imperio Romano Germánico y parte para los territorios alemanes, dejando como dirija a su tutor, el flamenco Adrian Florensz, un cardenal más ocupado en el gobierno de España que en los temas pontificios. Mas a la muerte de L. X en mil quinientos veintidos, el cónclave lo escoge Papa, admitiendo el cargo prácticamente con desgana y eligiendo no mudar su nombre, a la inversa que muchos otros pontífices: A. VI. Enterado en Vitoria de su designación, viaja por el Ebro para llegar hasta el Camp de Tarragona, donde se hospedará unos días ya antes de embarcarse cara Roma. Ni qué decir tiene la relevancia que tal estancia tuvo para la urbe, que recibió con todos y cada uno de los honores a quien tampoco era un ignoto, puesto que había sido prelados de Tortosa.

No es la única vinculación de Tarragona con la Santa Sede, puesto que un arzobispo de Tarragona, P. de Urrea, fue nombrado por el papa C. III (tío del renombrado A. VI, el papa Borgia) comandante general de la Armada Pontificia, y derrota a los turcos en ula batalla naval el mil cuatrocientos cincuenta y cinco y recibiendo como premio el honor de colgar la enseña vaticana que ondeaba en la galera capitana en lo alto de la nave central de la catedral, donde estuvo expuesta hasta su retirada en el año dos mil ocho.

Asimismo relacionado con el C. C. tenemos una consecuencia de la conocida victoria de Pavía: en mil quinientos veinticinco las tropas imperiales vencen contundentemente en esa localidad italiana a F. I, Rey de Francia, que es hecho preso a lo largo de la refriega. C. lo va a tratar con caballerosa afabilidad, admitida a duras penas por el monarca francés, contrincante a lo largo de su reinado del poder que ostentaba el Emperador. Embarcado cara España, es encerrado en Tarragona a lo largo de unos meses en el Castillo del Patriarca, impresionante fortaleza-palacio que se levantaba, alta como la catedral, en el solar acotado el día de hoy por las calles Merceria, Nou del Patriarca, Pare Iglesias y Plaza del Forum. Y allá, en jaula de oro, va a pasar F. I unos meses, huésped obligado de los tarraconenses que lo veían pasar a caballo con gran pompa paseo de la catedral para escuchar misa.