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LOS INTERINOS

TIPOLOGÍAS DE LABORALES II

Desprès de veure alguns dels laborals, parlar del INTERINS com un altre subgrup a l'Administració, resulta tot un plaer. Passin i vegin

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LOS INTERINOS en la ADMINISTRACIÓN

Siguiendo la estela de lo dicho en el capítulo anterior, que llevaba el número 2, sigamos para Bingo, que es que entramos en el número 3.

Finalmente, dentro de las tipologías de laborales y otros en la maraña laboral funsionaril de la Administración, tenemos una curiosa figura: El INTERINO.

El INTERINO es un tipo indifinido por antonomasia. Goza de una dudosa dualidad, que lo tiene algo confuso. Come de las dos fuentes: la funsionaril y la laboral. Resultando que “No es un laboral”, pero tampoco un funsionario a la usanza, “pa toda la vida”.

Vive en una especie de Purgatorio, entre el Cielo (funsionaril) y el Averno (Laboral), sin fecha concreta de evacuación o de coronación burocrática.

Como diría la incertidumbre de su existencia, podríamos afirmar con contundencia que, su presencia en ese espacio semioculto e indefinido, perdido en una zona sita en el centro de la esquina de una lugar ubicado en un sitio inconcreto del llamado ciberespacio funsionaril, se produjo como consecuencia de un extraño fenómeno de correlación de astros en un punto impreciso del imaginario astrológico del esoterismo burocrático y ufológico de la Administración.

O sea, que si eres Interino es por pura chiripa.

Dejándonos de enredos, la pregunta brota por sí sola ante las dudas engendradas por la prosa: ¿qué es un interino?, ¿qué es?, ¿qué es, por dios?

Hurgando tenemos que un interino es un “presunto funcionario” que en su día ganó una “previa”, que es algo así como una cuasi-oposición en toda regla. Con su estudio y sus codos sobre la mesa y tal. O sea, que sudando tinta, a pesar de que la recompensa al final del camino, en vez de ser la magnífica Barby, con su ajuar y su Ken Chuloputas pa chulearla, te encoloman a la Chochona-Mercadillo, de trapo viejo-despeiná, y chitón. Sin rechistar, my doling.

Su frase definitoria a la pregunta de qué papel juegas en este Docudrama funsionaril, la respuesta del Interino suele ser:

-   “Cho, aquí, ni pincho, ni corto”.
Eso sí, mama como todos. La teta administrativa tiene buen mugrón y se me aferra como todos los del gremio de lo Público... ¡a ver!

El acto pseudo-opositor al que se enfrenta el futuro interino, es orquestado y fabulado por el departamento de Personal de una Administración, con objeto de hallar y nombrar a un sujeto (a él/ella) como “curante oficial”, que no oficioso, de “un futuro puesto de trabajo de funcionario en la Administración convocante”. Es decir, se trata de posicionar a ese interino en un cubículo administrativo, con su mesita, sillita y ordenata, con un marcado carácter provisional. Recalco: provisional.

Por tanto, y de vueltas a la pregunta que nos pica, nos topamos con que un INTERINO es un OKUPA. Con todas las de la Ley, pero Okupa.

Ese sentimiento de “estar de paso”, puede acabar convirtiéndose en un martilleo sobre el cráneo del Interino. Especialmente si el proceso de concreción de su permanencia o no, se demora en el tiempo, se ablanda en el horizonte temporal, se deforma y acaba crujiéndole la salud mental.

A todos, en cuanto a la capacidad cognitiva y de estudio, nos acaba “pasando el arroz”, y como no tengas atau, y bien atada “la plaza”, no sabes bien-bien cómo, pero te puedes ver un buen día, con más de cuarenta añitos pateando mañana, tarde y noche, la soberana calle, con una mano delante y tres detrás.

Los compañeros de laboro, los amigos, y tu familia, no ayudan a rebajar el nerviosismo de esa “provisionalidad”. En vez de bomberos actúan de incendiarios. En tal sentido, toda conversación sostenida con ellos, sea cual sea el tema sobre el que verse, suele acabar con la coletilla de

-“¿Para cuando lo de  tu oposición?”. Tú no lo dices, encajas, pero siempre piensas lo mismo: “¡¡¡Tus muelas, mamón!!!”

De ahí que lo único que realmente le preocupa al Interino es si alguien (el jefecito de Personal, por citar al responsable único) se acordará de subastar “su” puesto de trabajo algún día o qué, y si finalmente logrará la ansiada fita de funsionarizarse cien por cien.

De todos modos, no nos llevemos a engaño. Un interino, si es más o menos simple, nada esquizofrénico, ni es un “cometarros”, vivirá de coña su experiencia burocrática. Especialmente será asín, hasta la fecha, en que salga anunciado a bombo y platillo en el correspondiente BOP, DOGC o BOE de turno, que “todo el que quiera puede concursar para usurparle el puesto de trabajo”. Ese día puede ser de fiesta o de crespón. Sin medias tintas.

Lo único irrefutable tras el impacto inicial de la noticia, es que a partir de entonces, su ojete se le estrechará por momentos. Será el ojete menguante, ¡fiu, fiu!

Y tanto mayor será el apretón, cuanto más tiempo el sujeto lleve como interino, puesto que el tiempo en la Administración, no pasa en balde. Atrofia, mata la masa neuronal pensativa. Pulveriza la motivación. Mata el nervio, el impulso juvenil. “Kilea” el espíritu del 68. Kaska la iniciativa. Pisotea la capacidad de superación. Y trincha tu voluntad. In difinitiva, “lo burocrático” te convierte en pele. Afortunado, pero pelele, pelelín.

O sea que... ¡Cualquiera se pone ahora a estudiar, machote!

Culito apretau, Culito apretau,.... apurau, apurau.

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DALT

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