El laboral normalmente se embadurna de “provisionalidad” en su puesto. Su contrato y la extensión del mismo, marcará sus ritmos.
Al principio va follado, aprende incluso cosas. Se preocupa, lleva un ritmillo insano de alta productividad, y otros hechos que escandalizan al funcionario de pura cepa.
Por ejemplo, hay laborales que ni salen a almorzar fuera de las dependencias laborales, permaneciendo en su puestecito, ñam, ñam, ñam. ¡Ja, ja, ja! ¡Ilusos!
Y todo por culpa de una errónea creencia que se sustenta uno de los paradigmas Capitalistas de que “Del trabajo bien hecho, se hace carrera”. Eso quizá en la privada y con pincitas. En lo público, lo que cuenta es “que parezca que”. Esa es la clave del pujante. Del Serpa: del que escala y se consolida.
Si haces y no se ve, en realidad “no haces”.
¡Mal!
Si no haces, pero parece que sí, entonces “es que haces”, “que vales”, y los jefes adoquinarán sus discursos con tu nombre, ensalzándolo, elevándolo y con el tiempo, te recompensarán con una productividad monetaria pa tus gastos y ¡Olé!
Por ahí,… ¡Bien!
A mitad del contrato, “el temporal” con dos dedos de frente, ha visto el percal, y ha echado mano del freno de pie, del de mano y hasta del ancla. Se aburguesa, se asimila, se mimetiza con el panorama circundante. Se funcionariza…
De laborales y gelipollas, siempre los habrá. Tenaces en sus encontronazos con el duro muro administrativo, siguen pencando como jabatos, currando como el primer día. Se ve que no han aprendido nada, de nada, de nada. ¡Suspendidos!
Se les conoce como los BARTOLOS. Aún creen en Sete Gibernau (segundón!!!!), en el Ratonsito Pérez, y en ideales de superación, alimentados por libros de autoayuda del “Todo a cien”.
Y sustentados en su cuento de Hadas, siguen ahí, rindiendo lo que no está escrito, luchando contra la avalancha de papeles y expedientes que circulan por ese marasmo de pasillos y departamentos de toda Administración Pública, mientras sus compis funsionariles, no por diablos, sino por “veteranus”, rascándose los webs con fruición.
A todos ellos, mi más sincero pésame: ¡estáis haciendo el primo, bartolos!
Porque el final del contrato, llega.¡Finiche!
El laboral, gracias a la letanía del rumor (siempre vivo en nuestro mundo burocrático), ya sabe de buena tinta y con anticipación meridiana, si se le va a “prorrogar” o si le “darán la patadita”.
Si lo que se vislumbra en el horizonte es esto último, en el caso de que seas funcionario y compañero del futuro finado, tras darle unas palmaditas (no le pegues nada a la espalda), y dedicarle unas palabras de consuelo y confort, ya sabes que tienes que hacer. Debes arramblar todo lo que de valor material y sentimental sostenga tu mesa, pa ponerlo a buen recaudo dentro de algún cajón con llave y candado.
Y es que estos laborales, en cuanto sienten el aliento del INEM en el cogote, pierden los papeles.
No voy a entrar a hablar de los casos de laborales violentos y exaltados, que no saben encajar los golpes con deportividad (te van a despedir,... ¿qué pasa, neng?), y que se enzarzan en “ir a por el cabrón de personal”, “que me lo cargo” y que van por los pasillos administrativos, dando los últimos coletazos, amenazando a to quisqui por culpa de su prometedor futuro. ¡Por dios, qué gente!.
Otros laborales que van a ser pateados, actúan como los seres que ivernan: acapararan y acumulan provisiones materiales ajenas para “el largo trance del paro”.
¡Tú puedes ser su próxima víctima!
En este contexto, el laboral deja de ser tal, y se convierte en “Un presunto”. Todos empiezan a temerle y no resultan extrañas las abducciones de papel, tinta, sacapuntas, compresas (¡incluso de usadas!), calculadoras, algún móvil olvidado, pantallitas planas, etc. Así que al loro con esos funestos días antes del despido, compis funsionariles. Mucho ojito. Todo este clima justificó la famosa campañita de prevención dirigida a funcionarios titulada “¡Dí no, y usa tu llave del cajón, pringau!”
Más de un exlaboral ha sido divisado con paradita propia en mercadillos, tratando de hacer rular el material sisado de la Administración saliente. También se confirma con algo de sorna, que jefes de Compras de la Administración, han sido pillados infraganti, efectuando ofertas de recompra de material oficinesco en tales paradas, poniendo cara de inteligencia y capacidad de negociación.
Y finalmente, los laborales “prorrogados”, sienten el alivio del condenado amnistiado en el postrero segundo. Cuando la hojita de la Guilloting, hacía un amago de acercamiento pal cuello. Ante él se abren las puertas de la oportunidad, del continuismo aparente y sine die en el paraíso burocrático. Lógicamente, ficción sostenible en su mente hasta que se acerca denuevo la cuenta atrás de su último contrato prorrogado, y nuevamente a rezar.
¡Ses la vitte!
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