Mirarnos al espejo y esperar una condescendiente respuesta visual, es lo más benevolente a lo que puede aspirar cada cual a cualquier edad, y por cualquier motivo, como no deprimirse.
Convencerte que lo bonito, lo mejor de uno mismo es el interior, sobrecoge. Pero creo que no cuela. Aunque puede ser que sea cierto. No sé, quizás. Tal vez. Pero entonces, ¿qué les queda a las modelos?
Como hemos apuntado, entrar en el negocio del mocho, requiere un sólo requisito: un par de ovarios. ¿Testosterona masculina presente en el sector?,... cero.
A priori, porque hay cada marimacho entre ellas, que cuidau...
Lo que viene puede ser otra de esas generalizaciones astracanales sin coartada de verosimilitud ni de verdad. Pero me huele que algo se cuece.
Siendo representante de moda, no existe camino más corto para hundirte la carrera o enterar tu reputación, que organizar un pase de modelos usando “fregonas” pa desfilar con tus trapitos fashion. ¡Te ahogas incluso con flotadó!
Efectuado el desfile, en una revista de moda, difícil que salgas con tu colección; pero en un folletón o en revistas de cotilleo kasposo y en “videos de primera” tu participación está asegurada. ¡Qué cuadrilla! ¡Se junta cada adefesio, que ni en Tiñetilandia!... ¡la virgen!
Muchos se preocupan por este dato, incluso por ellas. Yo sólo pienso en sus maridos.
En lo estético, no todo son malas noticias. Seamos sinceros: lo que más mola de las “mocho” son dos atributos muy femeninos, y muy de ellas:
1) sus habituales enormes domingas seudoocultas tras un escote de ensueño que siempre te dejan ver más de lo que el decoro admite,
2) y sus inigualables y descomunales panderos-tam-tam.
Aunque sea políticamente incorrecto decirlo, estos últimos son causantes de mil pensamientos impuros entre la fauna masculina y funsionaril.
En sus quehaceres diarios, en cuanto se agachan para lo que se tercie en el suelo, rezas porque se obre el milagro. Y el milagro sería que a sus pies, apareciera de la nada una apertura de aire del metro, pasase en ese justo instante una locomotora a toda caña, y soltase una bocana a toda presión que te permitiera percibir una imagen a lo Marylin Monroe, en “La Tentación vive arriba” de la mocho en cuestión.
Posiblemente, el resultado final, a nivel estético, fuera realmente escalofriante. Y es que “las fregonas”, están como están: con ancas a lo bestia, y superficie culera brutal. Pero detrás todo hombre, a la par que una mujer sorprendida, hay un morboso con ganas de engatillar siempre desde atrás. De librillo.