En los trabajos la gente se suele aburrir, se suele dejar ir, se adhiere a las convenciones y se somete a las voluntades casi siempre arbitrarias de los llamados "jefes" o "jefecillos".
Cuando uno alcanza la categoría de MOCHO, conoce algo que otros no saben: la libertad de pasar de esa peña la mayor parte de su jornada laboral.
Una de las principales virtudes del currito fregonero, es la independencia de sus tareas y la baja supervisión general.
Tú, mochos, no trabajas en un espacio físico minúsculo del tipo cubicular, ni con la misma gente rodeándote todo el tiempo, ni con el pito del jefe taladrándote el oído cuando sólo quieres reposar, ni te tienes que manejar con problemas irresolubles, ni ná de esas congojas que stressan al pobre administrativo.
La profesión mochera es como montarte en una Harley y tirar millas por el desierto de Nevada. Las vés pasar todas, con el aire en la cara, refrescándote el cogote y te dan poco la brasa. ¡Brutal!
Y para rizando el rizo, estás en predisposición de vivir… ¡Perdón!, de ver y disfrutar con situaciones típicas de los culebrones que tanto te molan. ¿Cómo?¿Por la tele?, ¡qué va! mientras trabajas. Los “funsis” te lo ponen a güevo: les escuchas, les ves, los relacionas, les observas interrelaciones, sus riñas, sus reyertas, los casos escabrosos, y etecé. Tu mundo a lo “Cristal” en vivo y en directo, sin trampas ni cartón. Con todos los personajes a tiro de escupitajo o de manoseo morboso.
¡Pero qué bonito!
Y para rematar, siempre alguien con quién rajar la última novedad o rumor circundante. Alguien distinto, a cada paso, según te vas moviendo por los departamentos. ¡Una maravilla!
El paraíso de la “charraire” y de Radio Patio.
Otra cosa es que profundicemos en las tareas concretas que desempeñas, “Mochis”. Esa harina de otro costal. Aún así con buenas tragaderas, que seguro que las tienes, te las tiras a la espalda y a final de mes nos vemos en el super. Quemando la pasta. Como todo hijo de vecino.
Así que ser “mocho” implica autonomía de movimientos. Libertad absoluta.
Estoy seguro que en cuanto una mochos empiezan en una empresa o en el espacio funsionaril, debe haber alguien (¿quié?) en el mejor de los casos, que ese primer día que entran a trabajar, se encarga de indicarles las pautas globales de su labor: qué lugares limpiar, en qué orden, con qué restricciones, con qué frecuencia, con qué productos, a qué hora, etc.
Durante la explicación, el “tutó” de turno debe montar un “tour de visita” por el recinto objeto de “la acción antipolvo” de la nueva Benvenuta mochera. Y partiendo de que tal visita guiada de instrucción debe efectuarse previsiblemente a la velocidad de la luz, y teniendo en cuenta la minúscula capacidad de retentiva de las limpiadoras (¿alguna es licenciada?), a la pregunta final de la supervisora de:
- ¿Ha entendido usted todo lo que le he dicho?
La respuesta en un 99% de los casos, suele ser:
- Sí, sí,... eeeehhh, ¿Y cuánto ma dixo que me van a pagá?
Con lo cual es sencillo de prever y de entender los múltiples estropicios y disgustos que generan entre la tropa funsionaril en cuanto esta fauna se “aromanga” el vestuario.
A los hechos me remito: Véase “Sobre cómo trabajan” (por publicar) (ponerle enlace web)
Lo que está claro es que la labor de supervisión de las mocho, entra en constante conflicto con la salud mental del pringado que le toque lidiar a este toro. Por varios motivos:
1) Es difícil entenderlas. Imposible comprenderlas.
2) Las bajas por “motivos” esotéricos están al orden del día.
3) Tienen la capacidad innata de desviar las cuestiones laborales que quieres tratar con ellas a la actualidad bruticiosa del ámbito funsionaril donde trabajan. Y tú no eres un pedrusco. También te encanta el chismorreo, más que a un tonto una camisa a cuadros. Con lo que todas las problemas que querías tratar se atrincheran en el tiempo y no hay manera ni de resolverlos ni de retomarlos. Perduran infinitesimalmente.
4) ¿Cómo mandarles con poderío y mano de hierro, si se saben de pé a pá la legislación laboral, sindical y los derechos que las asisten, así como todas las trikiñuelas legales y alegales del buen eskakista profesioná? ¡Impusitble!
5) Siendo jefecito de las mocho, ¿Cómo montarles unos horarios y unas cargas de trabajo mínimamente lógicas si cada dos por tres tienes que afrontar sus bajas por enfermedad, por parto, por cuidado de nenes, o por la lactancia y la teta? Es como jugar con 7 jugadores todos los partidos del campeonato. La goleada de la suciedad y “la bruticia” llama a tu puelta, amigo.
6) Y finalmente, porque siendo tú también funcionario, buscarte problemas como “mandamás mochero”, no entra dentro de tus planes. Lo único que deseas y resulta razonable es volver enterito a casa todos los días, cobrar una productividad, sí o sí, y que las vacaciones te cundan en Mallorca.
En lo laboral, Mochearte es buscar tu libertad e independencia profesional, sin pagar autónomos y a sueldo de terceros. ¡Makanudo!
Y aquí el pescado sa acabao.