MOCHOCURRAN
Esa manera de darle garbeo a la escoba y todo su arte
Las mocho a parte de todo lo dicho, ejercen su profesión: limpian y embeltecen el lugar de los hechos. Cubos de basura pa fuera, ventanas por tratar, bruticia por recoger, pasar la escoba y tralarín, tralarán. El nunca acobose.
Detrás de todo esto, lo más perceptible, está el curro de fondo, que es más peliagudo, y que sufrimos en silencio los que sentimos en carne propia, el paso mochoril por nuestro nido de expedientes. Atrincherarse es perder. Pero esta guerra, nosotros los funsis, la perdimos hace tiempo.
SOBRE COMO MOCHOCURRAN
Sobre el tema, hay palique para rato. Entre otras cosas porque cuando se ponen a lo que se ponen, pueden ser de cuidado. Vamos a verlo en estas líneas.
SOBRE CÓMO TRABAJAN y LA MALA LECHE
La mala leche. La leche descremá cortaita. La leche chapapotada. La leche. Sí. Con este condimento las mocho-woman ejecutan su acción currantil en nuestra amada institución Administrativa.
Lo cual viene justificado tanto por la heterogeneidad de las “Mocho”, su muchiculturalidad, como por el hecho de que dedicarte toda la vida a recoger la mierda ajena, agría el espíritu a cualquier por cojones. ¡Qué coño!
Y si a colación de esto, le añadimos la legendaria la costumbre de las mujeres de la limpieza de ir a su puta bola, si alguien se pone por delante, más le vale que se aparte. ¡Más le vale!
Vamos a ilustrar todo esto con un ejemplito que hemos padecido todas sus víctimas:
Si en su programación más o menos aleatoria, ella, “la mochos”, cree que tiene que pasarte la balletita o el mocho por ande estés currando en un momento punta de tu currele, no le vengas con hostias confitadas de que “no toca limpiar ese trozo en ese momento”, porque la cagas, y la cagas de verdad.
Con la cara pagan. Ahora que cuando abren el portón de su boca, te meten unos rapapolvos verbales que suenan como tortas con la mano abierta. De las que pican. Como las que te arriaban de pequeño los padres de antaño.
Amparadas en un supuesto “racismo laboral” que enarbolan por bandera, saltan a la mínima, a base de encontronazos del tipo:
- “A ver si por llevar trapito del polvo, me tie uté que desil las cosas asín. ¡Chó tengo tanta diznidaz como utél!”
Y remachan con una culpabilizante frasecita sobre tu antitalentito ZP:
- “Utel no tiene respetol por nadie. ¡ Discriminadol !, y esol... ¡no se lo consientol ni a mi santo padrue!... ¿Me etá utél fartando?” – ya con el dedito apuntando a medio centímetro de tus ojos.
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Faltando, lo que es faltar, no señora. Pero un puñetazo para arreglarte los dientes torcidos de niñata fofa de chupete, sí que te lo endiñaba kaskando kalaveras, ¡guapísima!
A ellas, el planteamiento de tu biosfera cubicular, tu trabajo, se la suda más que los granos reventados del sarampión del Jordi Gonzalvo.
Tu orden no es su problema. Sus coordenadas van por otro lado.
O sea, que tú, buen hombre o lo que seas, dispones tus expedientes, tus lapiceros, tu grapadora y toda la mandanga oficinesca, de un modo que no sólo te resulta cómodo, sino vital para manejarte y no hacerte la picha un lío en tu puesto de trabajo, facilitando tu organización mental del cuchitril laboral.
¡Pos mu bieeeeen! Van ellas y el katrina a su lado es un vientecito flojo, de ventiladorcete con pilas.
La Sanlucar con trapito que klinea tu puesto de trabajo, lo suele hacer muy, pero que muy superficialmente. ¡Que tas fijau! Que muchas veces ni se nota. O sea, mierda a raudales por el cubículo. El tuyo.
Pero cuando ella, la reina de la escoba de plata, se pone y ataca el polvo que subyace en la superficie de tu ecosistema, es como las barcas de arrastre de Atún en plena faena: se lo cargan todo a su paso.
Te destrozan el sistema organizativo como quien tira fichas de dominó en cadena y luego, tras kaskarse unas risotadas a lo Julinjam con Vermudas, remata la faena pateando las fichas caidas, los expedientes desparramaus, o en el peor de los casos, te los recoloca con “mala milk” en la mesa de otro, para mayor regocijo de sus efectos perniciosos.
¡Se lo pasan como “brujas-Averías” con escoba nueva, tatu!
¡A su bola, a su bola!
Que no limpien donde te apalancas 8 horas, pues mira. ¡Tira millas!
Pero pocas cosas joden más al ciudadano funsionaril que el desaguisado provocado por el paso de la LIMPIAORA por la madriguera currantil.
Bueno no. Hay dos cosas aún peores que “la Estampida Bufalera Mochil”:
Primero, detectar que cada vez que actúa por tu zona la moza del mocho cuando tú no estás, echas en falta algo tuyo. De tu escritorio. Unas veces una cosa, otras otra. Y como te lo calles, al final te acabas quedando sin el marco de la foto de la mué y los nenes que tenías sobre la mesa. La foto te la dejan. Son detallistas y honrás.
No digamos ya, lo de encontrar que un cajón que ayer dejaste cerrado a tu marcha, ahora, esta mañana, está abierto y su interior revuelto. Irreconocible. ¡Otro clásico en blanco y negro!
- “¡Malayasea!”
A estas incursiones se las conoce como “razzias-rapapolvos”. Los Efectos Secundarios en tu organismo, no son sintomáticos, sino perfectamente perceptibles: cabreos, puteos y mala sangre por un tubo.
- “¡Me cagüen sos!”
Y segundo: queee... ¡oh susto!, al encender tu PC, al iluminarse la pantalla, ¡oh, Dios de la Gonorrea! ¡Noooo!... ¡machurrones secos por toda la TFT!
Ni tan siquiera huele a desagradable lejía: simplemente a excremento putrefacto, al trapito de los cojones que estrujan rabiosamente contra la pantalla sin ton ni son.
¿Es que no enjuagan nunca el puto trapito? ¡qué tufo por dios!
Y suma y sigue.
Como digo, junto al hedor a huevo podrido, en tu pantalla, te dejan como añadidura su “entender pictórico”. Su personal visión del sentido del Arte abstracto.
¿Pero a qué nos referimos? Ellas no se contentan con cumplir con su labor limpiadora. Son creativas.
Mientras limpian, tararean cosas de los Chunguitos, están solas en una amplia estancia, y les sale la Artista que llevan dentro. Y claro, dejan sus huellas por donde pasan. No sólo las dactilares, que también. Sino las de sus trapos guarros.
Cuando pasan por tu TFT, no sólo refriegan pa quitar el polvo. Sino pa plantificar su sello característico. A lo zorro o zorrona. Si te fijas con atención, toda, absolutamente toda la superficie de la pantalla, está garabateada a lo graffiti con los trazos del paso anárquico del trapito que estaba mojau de la mochos.
¡Manchurrones a diestro y siniestro!
¡Artistas!, ¡artistas!... ¡Se creen artistas de la jodienda ocular!
Picasso, allá por su tumba jamás, repito, jaaamás, hubiese imaginado posibles tan inverosímiles “collages” a base de engruna de “trapo humedesido”.
La venada artística de las mochos no sólo es asquerosa... ¡es qué te trunca la vista!
Cientos y cientos de “pasadas-trapo” por todo el TFT. Sin orden ni concierto, colisionando entre sí hasta generar una especie de capa seudoopaca que te pondrá más difícil el no quedarte ciego “cuando mayor”. O sea, pa después de jubilarte. Justito pa no poder disfrutar de tu merecido descanso en el IMSERSO, amigo funsionaril.
¿Qué será? ¿Descuido propio de su condición o comportamiento antisistema, perfectamente estudiado y madurado en los recónditos lugares de su psique más perversa?¿qué será?
¿Es que nadie las adoctrina o son asín de puñeteras?
Apuesto a que la comadrona, postparto mediante, al presentarlas al orgulloso padre na más paridas, les suelta la cantinela:
- ¡Gurmensintoooo!,... ¡felisidades, hombre! Tu nena ya etá aquí: con su mochoKid y “nasía pa jodé”.
¡Olé!
Cuanta mala leche detrás de tanto trapito, tanta balletita, y tanta mierda, ¡coño!