Veamos pormenorizadamente cual va a ser el bonito y productivo bagaje de las prácticas del becario en la Administración Pública, y cómo este canal de contacto con el mundo del “laboro”, constituye una fenomenal arma de construcción del espíritu profesioná de los hombres y mujeres del mañana.
El plan de trabajo de los becarios queda en manos de alguien inspirado.
El diseñado de las funsiones becariles, se pare tras una farra de alcohol intravenoso con unos amiguetes malditos, y la estela de un concierto de los Mojinos Escocidos.
El imperio de la ilógica sobrevolará a lo largo y ancho de todo el plan de formación, y la redundancia de las tareas asignadas, marcarán el paso teutónico y descerebrado del compañero becaril por la Administración.
Desincentivador y rutinario son los términos que mejor definirán ese proyecto de profesioná becaril.
Las labores de acojimiento, de presentación a las gentes del departamento y de formación del becario se liquidarán antes de saborear la última calada de un pitillo.
El encargado-tutor será funsionarín con bajo perfil de cualificación, alguna tara física o mental, y sin mucho qué hacer. Bueno, esta condición es meramente formal. Casi todos en la función pública la cumplen.
Si el funcionario no es disléxico, las cuatro palabras a soltar al becario para ponerle en antecedentes sobre la trayectoria a seguir en su puesto de currante megatemporal, se liquidarán en cinco minutos o en unos segundos. Depende. Depende de la rapidez de labia del operante, de su somnolencia,...
En relación al becario en la funsión pública, existe un halo mítico entorno a las potencialidades que puede detentar y por tanto, desarrollar.
En todo caso, es común presuponer que no saben nada de nada, que tienen capacidad psicomotriz limitada, y que no hay que delegarles responsabilidades que no pudiera asumir cualquier mandril tuerto y maniatado.
En el concurso de labores a realizar, al becario se le conferirán una serie de funciones clave asociadas a:
1) La ejecución de recaditos, como enviar un papel o un expediente desde un punto a otro del Ayuntamiento. A veces se justificará por una necesidad real, a veces para ver desfilar a la becaria bombón, y en el mejor de los casos, para lograr que al menos “algo” se mueva del departamento en cuestión.
2) Efectuar fotocopias. Esta labor se configura como una de las tareas más profundamente “cómplice” del becario. Un buen becario que se precie, debe dominar ese medio “duplicador” al dedillo.
3) Asegurar la alimentación crítica de papel timbrado en la impresora. Parece tarea sencilla, pero en realidad es realmente peligrosa: en la oficina funsionaril cada poco tiempo, suelen oirse gruñidos de desaprobación y amenazas personales por falta de papel, y el vuelo de grapadoras-misiles en dirección al becario para avisarle de que cambie el papel apaisado, hacen de esta faena una de las más afectadas por la siniestralidad laboral, y donde la integridad física del sujeto, se halla en constante peligro si éste no tiene una buena cintura. Es más, dos de cada dos muertes por accidente de trabajo en la Administración, devienen de la incompetencia manifiesta de los autoproclamados “becarios en misión especial de alimentación de impresoras”. Lo cual no es moko de pavo, Amén.
4) Prestación de los servicio de bar a los compis funsionariles: coffees, croassantitos, copichuelas, etc. Siempre resulta de agradecer que los compañeros funsionarios se preocupen por el futuro de los becarios. A ese muchacho le ofrecen la oportunidad única de ampliar sus capacidades y habilidades profesionales como bar-man en el sector de la hostelería y “el turismo cañí de costa”. Resulta gratificante al final de la jornada, superar las dificultades, el stress laboral y no salir noqueado después de una sesión de insultos burocráticos porque fallaste en el pedido “otra vez”, o porque aparentemente, no le diste “las vueltas” correctamente al funcionario-petisionario, o porque le pusiste demasiado azúcar al café “una vez más”, o porque la sacarina se la pusiste encapsulada cuando en realidad la quería líquida, “como siempre”. Esa labor constante y diaria, desempeñada en las prácticas becariles en el Ayuntamiento, abrirá la veta de un fructífero aqüífero monetario para el sujeto becaril (en el sector de restauración, repito, de restauración) de cara a los próximos diez años de su existencia personal. Chapó de fuá!
5) Servicio logístico: acompañar a toda funsionaria del departamento, en horario laboral y cual carrito con patas, en sus compras domésticas al super. Misión de capital importancia: llevarle las bolsas, y sostener su bolso. En esta labor es clave no levantar sospechas y por tanto, tener cara de buena persona, a fin de que la cajera no te pida que abras el bolso. Ella, la funsionaria, suele ser un pelín cleptómana...., y ya sabes: en caso de delación y descubrimiento de la sustracción, tú pagarás los platos rotos. Seguro, segurito ....
6) Ir a por tabaco. Labor crítica entre las críticas. Esas dosis de nicotina, son la salsa funsionaril, xato. Lo triste será comprobar como te irás degradando a medida que tu presupuesto se agote. El peticionario de tabaco suele ser un bucanero de cuidado, que se las ingeniará para soltarte siempre cosistas como “Oye, mira. No llevo nada encima. Mañana te pago. Pero tráeme un Marlboro, ¿vale?”. Como tu presupuesto personal, a parte de ínfimo, se te acabará rápidamente por estas y otras motivaciones que no vienen al caso, porque eres un pringao, y como no podrás salir de este círculo vicioso de cumplir con estos encarguitos, te tendrás que buscar la vida sí o sí. Así que acabarás ejecutando acciones de comando que implicarán el engaño y el hurto a otros funsionarios, para lograr esa dosis de nicotina envenedada para tu o tus funcionarios-ancla (tus chupópteros burocráticos, o directamente “chulos-chulos”). Y poco a poco, sentirás como día a día te hundes inexorablemente en el cloáqueo mundo del Hampa y la perdición. De todos modos, ánimo. Puede que al final, te nombren hijo predilecto del Club “Amigos de lo Ajeno”. Que se dice pronto, tú.
7) Asegurar que haya dotación de papel de water en el lavabo: no es cuestión de que “los baguetes” se tengan que relamer la mano tras pasarla por la rajita perfumada sita en el pandero....
8) e ir a tirar el correo. El sello lo pagarán ellos, por supuestito. Aunque esta variable pueda cambiar si te ven cara de tontito, querido becario. Así que espabílate o te operas, ¡xaval!
Vamos, que el becario despliega unas tareas típicas del botones Sacarino, pero sin cobrar, aunque recibiendo tropazos por todos los flancos. Le curten, le curten. Como “niño de los recaos”, pero le curten … ¡fíjate tú!
Debe apuntarse que entre los becarios, dados los estímulos laborales, el apoyo moral y psicológico de sus compañeros, y el bello futuro que se vislumbra en el horizonte temporal, la mortalidad por suicidio ronda los dos dígitos y en aumento, xato.
Es raro, pero en el caso de que algún “lumbreras” funsionaril detecte en el becario elevadas e impropias aptitudes y capacidades fuera de lo “normal”, éste puede llegar a asumir tareas críticas en el devenir del departamento funsionaril, como por ejemplo:
1) Teclear números de teléfono, o hablar con la operadora funsionaril. Echarle los tejos, si es becario, o enzarzarse con ella, si es tía...., tía becaria, vamos.
2) Efectuar llamadas “recado”, direccionadas por un funsionario, y decir: “Buenos días. Espere que le paso a fulanito funsionaril. No cuelgue”
3) o coger el teléfono, e improvisar alguna respuesta que pueda desconcertar absolutamente al interlocutor, a fin de inducirle a la conclusión de que será mejor probar más tarde, o no volver a llamar jamás.
4) Encender los PCs a primera hora de la mañana. Pasar el antivirus. Pulsar el botón de resetear a lo largo de la mañana (lo hará tropecientas veces al día, teniendo en cuenta el “evolucionado” sistema informático de la Administración). Y al final de la jornada, pulsar el botón correspondiente, para apagar los ordenadores. ¡Tareas increíbles!.
5) Regar las plantas del departamento. Suele haber algún cactus al que arrimarse y pincharse. El resto de flora que se probó y se trató de tener en la oficina, la palmó cuando Franco aún era monaguillo. Así que en todo departamento-cuchitril burocrático, una de las primeras cosas que te secretean cuando llegas como nuevo currante, es aquello de “No trates de cambiar nada, y sobretodo no te olvides que cultivar vegetales por aquí, es tentar al desierto. NO lo hagas. Todas las plantas la palman, y tú y mismo puedes comprobarlo”. Y a continuación, el funcionario revelador, con el rostro grave, compungido, con la mirada perdida, te señala cualquier punto del departamento. Y efectivamente: allí siguen los tiestos de las plantas caídas, con tierra sedienta y quebrada, como recuerdo póstumo e imperecedero de su gesta quijotesca. Efigies al sol de un esplendor marchito.
6) Ir a la zona de bedeles, conserges y gentes del orden (securatas), a por el Diario Oficial de la Provincia (BOP), o a por una llave, o a por lo que se tercie, así como efectuar escarceos por el exterior de los baluartes del edificio funsionaril, verbigracia, como ir al kiosko de la esquina a por El País o La Vanguardia, son acciones que ponen la guinda al pastel currantil del sufrido becario. Ya se sabe que siempre hay algún funsionario del departamento que sabe leer, u ojear…. o mirar las fotos de los artículos…
7) Etecé, etecé
Finalmente, y eso es improbable, si el becario es un lince, un tío que promete, entonces ya son palabras mayores, y sus funciones pueden ampliarse a campos “de cuidadín”. Veamos:
1) Controlar la temperatura del aire acondicionado del departamento, cual termómetro humano.
2) Ordenar papeles, o simplemente destruirlos o pasarlos por la trituradora. Tiene más coña si esta labor la hace ejecuta sin supervisión ni control de nadie. La incineración de expedientes “clave” o “críticos” estará a la orden del día. Trae mechero, chaval. ¡¡¡Libre albedrío y carpe diem!!!
3) Introducir datos básicos o de capital importancia en el ordenador, en concreto datos como los referentes a las nóminas funsionariles o a las facturas de los proveedores de la Administración. Se presupone honestamente que el becario la cagará un montón, porque las cifras que se le suministren al pimpollo serán de por sí erróneas, o porque los números estarán un poco “corridos”. La insatisfacción generalizada entre el personal funsionaril y los acreedores, generará una bola de nieve de odio extremo, de venganza colectiva, ciega y cruel. Será bonito presenciar cómo cascan al becario. No se lo pierdan.
4) Asumir el papel de lazarillo de Tormes, y efectuar labores de transcripción al ordenata de hojas de texto o de cálculo, de dictados orales, o bien de oficios, informes o decretos, escritos a máquina. A la antigua usanza. O mejor aún: a mano. Si se trata de dictados a viva voz, el becario estará a las órdenes de un funsionario vejestoril a la vuelta de la esquina de su jubilación (o del hoyo) y que no tiene ni zorrona idea de tecnología informática y menos aún de ofimática. Atención a los caretos de angustia vomitiva del becario, al tener que chuparse durante horas y horas el desagradable aliento en el cogote del abuelote burocrático “dictador” de papelesa, con alitosis aguda. ¡Cómo para obtener material de primera para un corto con el que triunfar en www.notodofilmfest.com !
Será regodeante observar como, día a día, el cabroncete, cual vejete martillo de Damocles con demencia senil incluida, depurará su técnica de vejación y maltrato psicológico sobre el sujeto becaril, volviéndole loco con sus requiebros, errores de dictado, su improvisación continua, sus correcciones, y sus divagaciones quebrantaneuronas. Más de un funcionario le acabará soltando al becario lo de “Nene, nene, la pastillita, que ya viene tu “treprenador mental”. ¡Kaguensós!.
5) Reemplazar los fluorescentes fundidos del techo. Hace tiempo que en el departamento trabajaban todos con flexos. Gracias a dios, este espabilado becario visiona “Bricomanía”. Por supuesto, por motivos obvios relacionados con la expectativa de ver en vivo y en directo una macabra escena chamusquera, mientras el becario vaya a proceder con las sustituciones de bombilla, no cortaremos la luz, ni el fluido eléctrico...
6) Y otras que se nos ocurran ...
Es bien cierto que alguno de estos bobalicones becarios, ante la desnuda realidad a la que van a tener que enfrentarse ineludiblemente, puedan manifestarse un poquitín rebeldes, un pelín rojillos, un poquito revolucionarios de los cojones, vamos.
No se me apuren, funsionarios. Ante todo, el peligro cheguevarista hay que detenerlo como sea. El problema debe ser aislado. Controlado.
El virus hay que estirparlo antes que una potencial megarevolución becaril se eleve cual volcán en erupción, y se consuman y derrumben todos los cimientos de la civilización milenaria funsionaril.
Total, que hay que atarles en corto y ponerlos en cintura.
A un becario insurrecto, hay que percibirlo como a un pelillo eniesto que asoma antiestético por la napia y que hay que arrancarlo de cuajo. Debemos verlo como a una berruga que hay que extirpar, como a un furrúnculo de pus por reventar. No se puede tener compasión ¡nunca!
En cuanto veamos que el sujeto becario no se deje marionetear o manipular becerrilmente, que no se somete, vamos, que se queja por ná,…. ¡tranquis!....., no perder ni un segundo con él: zapatazo en las nalgas, de patitas en la calle, y ¡¡¡a kascarla!!!.
En resumidas cuentas. Todas estas labores que hemos citado, reiteradas durante el período de comparecencia del becario en la Administración, configurarán el carácter y la personalidad de nuestro bienamado amigo, y marcarán la impronta, y el sello unívoco de su futuro profesioná en el apasionante marasmo capitalista, en un mundo globalizado, multiculturalizado, plurinacional, tecnificado, temporal, asimétrico y profundamente idiotizado en todo.
Estas serán las poderosas columnas vertebrales del conocimiento práctico que absorverá el becario, en la apasionante introducción al mundo laboral a través de la Administración Pública. ¡A disfrutarlo, nene!
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